Pocas ciudades en el mundo guardan una combinación tan perfecta entre historia y modernidad como Lisboa. Dueña de una intensa tradición, que florece entre herencias romanas, árabes y visigodas, la capital portuguesa es capaz de enamorar cada año a miles de turistas que arriban a sus calles para impregnarse de sus tranvías, su patanisca de bacalhau, o sus impresionantes monumentos. Precisamente, sobre esto último, te presentamos las cinco joyas que no puedes dejar de ver en territorio lisboeta.
Popularmente se le conoce como Sé de Lisboa, y no sólo es relevante por ser la iglesia más antigua de la ciudad, puesto que su construcción tomó lugar en el siglo XII, sino porque dentro de esta especie de “viaje en el tiempo”, encontramos sorprendentes detalles románicos y árabes de la etapa medieval, que han logrado permanecer intactos al paso del tiempo, y a las incontables reformas que han sucedido en la Catedral. Precisamente, destaca que esta iglesia, cuyo nombre oficial es Santa María Maior, haya logrado sobrevivir a las catástrofes naturales de la región, siendo el terremoto de 1755 el más notable.
No podríamos venir a Lisboa sin dedicar al menos una jornada de nuestro tiempo para visitar esta magnánima construcción de finales del siglo XVI, fruto del ingenio de Diogo de Boitaca, y cuyo estilo arquitectónico responde al aire regio e imponente del período de reinado de Manuel I de Portugal. Precisamente, el estilo manuelino de sus rasgos, hacen del Monasterio de los Jerónimos, un sitio diferente, engalanado con seis columnas infinitas, y algunos alicientes adicionales como las tumbas de Vasco de Gama o de Fernando Pessoa. Además, también se encuentra cerca la Torre de Belém, por lo que constituye una velada magnífica en Lisboa.
La Torre de Belém es otro de los legados más significativos del período manuelino. Esta impresionante construcción, erigida hacia finales del 1519, no tardó en recibir, en la década del 80 del siglo pasado, el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, pues nada le haría más justicia a esta joya de la arquitectura mundial, que, además, cumplió fines defensivos durante sus primeros instantes. Fosos, cañones, escaleras de caracol, terrazas, cualquier centímetro de esta torre de cinco pisos es muy oportuno para dejarnos boquiabiertos. Por si fuese poco, una gárgola imponente con forma de rinoceronte, custodia la zona oeste de la construcción. Tienes información más detallada en este artículo sobre las Cosas que ver en Lisboa.
Para el visitante, la deleitante visita a la Torre de Belém o el Monasterio de los Jerónimos, no podría estar completa sin visitar, convenientemente cerca del lugar, el Monumento a los Descubrimientos. Esta impresionante construcción, nacida en el año 1960, es un guiño permanente al descubrimiento de Portugal por Henrique el Navegante, duque de Viseu. Sin embargo, a pesar de su punta en forma de carabela, o sus estatuas en fila, lo más sorprendente de esta obra es la vista panorámica que nos regala desde las alturas, y donde encontramos además una rosa de los vientos con mapamundi en el centro.
Imponente y orgulloso, el Castillo de San Jorge se alza sobre la colina más alta de toda la ciudad: la colina de San Jorge. Evidentemente, aquí las vistas panorámicas de la ciudad, son motivo suficiente para visitar este monumento a nuestro paso por Portugal, ya que, además, guarda destellos arquitectónicos del legado visigodo en el siglo V, aunque cuenta también con algo de influencia árabe. En el pasado, el Castillo de San Jorge, sirvió como residencia de los reyes de Portugal, cuenta con una extensión de seis kilómetros cuadrados, y en él se ubica un grupo diverso de torres, fosos, patios y garitas.